Añadido a la biblioteca el 18-03-2014
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Mi pobre Musa, ¡ah! ¿Qué tienes, pues, esta mañana? Tus ojos vacíos están colmados de visiones nocturnas, y veo una y otra vez reflejados sobre tu tez La locura y el horror, fríos y taciturnos
Nuestros pecados son testarudos, nuestros arrepentimientos cobardes; Nos hacemos pagar largamente nuestras confesiones.
¡Hombre libre, siempre adorarás el mar! El mar es tu espejo; contemplas tu alma en el desarrollo infinito de su oleaje, y tu espíritu no es un abismo menos amargo.
El enamorado, jadeante, inclinado sobre su bella tiene el aspecto de un moribundo acariciando su tumba